Los pies y la conexión con la lengua

Los pies y la conexión con la lengua

El cuerpo humano es una máquina perfecta. A día de hoy, incluso después de miles de estudios e investigaciones, sigue sorprendiéndonos. Una de esas características tan especiales de nuestra anatomía es la unión que poseen todos los órganos, huesos, músculos y tejidos. Todos están conectados entre sí de alguna manera, y en este caso en particular hablaremos de la conexión con la lengua.

¿Te imaginas que nuestra lengua está unida a nuestros dedos de los pies? La mayor parte de las personas jamás lo hubiera dicho. Y es normal, pues se encuentran a una distancia considerable y encima no tienen funciones ni remotamente similares. Pero, aún así, ambas partes son los extremos de un complejo sistema estructural que recibe el nombre de fascia.

¿Qué es la fascia?

La fascia es como nuestra segunda piel, una banda delgada de tejido fibroso muy resistente y elástico que genera una red conectiva que envuelve y agrupa nuestros órganos, huesos y músculos dependiendo de su función y ayuda a distribuir los nervios y los vasos sanguíneos. Hay cuatro tipos de fascia:

  • Fascia subcutánea. Es la más superficial y se conoce también como hipodermis. Su misión es conectar la piel con los músculos y ramificar nervios y vasos sanguíneos y linfáticos.
  • Fascia profunda o muscular. Rodea los músculos, los vasos sanguíneos, los huesos y los nervios.
  • Fascia visceral. Es la más densa al tener que envolver los órganos. Tiene nombres específicos dependiendo del órgano que recubra.
  • Fascia parietal. Se encuentra en la parte más externa revistiendo las paredes de las cavidades del cuerpo.

 

La lengua, el timón fascial

Dentro de este gran entramado está la lengua, la cual actúa como una especie de guía o timón mediante el que se puede dirigir la estructura de la continuidad miofascial. Esto hace que su ubicación en la boca afecte a acciones tan importantes como la respiración, la postura corporal, la estabilidad pélvica o el movimiento del dedo gordo del pie al caminar.

Entonces, ¿qué ocurre si la lengua hubiese trabajado demasiado después de un intenso día de conferencias? ¿Afectaría su situación en nuestra respiración o rendimiento físico? Así es, su disfunción da lugar a diferentes patologías musculares y sistémicas que influyen en el comportamiento fisiológico, la articulación temporo-mandibular, el cuello, los diafragmas respiratorio y pélvico o la salida torácica, entre otras.

Por eso, a corto plazo una mala posición de la lengua lleva a adoptar posturas incorrectas de la columna, problemas respiratorios y dolores musculares. Pero a la larga conduce a un acortamiento de la mandíbula, dientes torcidos y apneas y trastornos del sueño.

 

Anquiloglosia o lengua anclada

Nuestra boca es una puerta de entrada para diversos problemas corporales. Uno de ellos es la anquiloglosia o lengua anclada, que se produce cuando el frenillo inferior de la lengua es demasiado corto o está unido a un punto muy adelantado de la lengua.

Esta anomalía se nota casi de inmediato, cuando el afectado aún es un bebé. Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), aflige a entre el 1,7% y el 4,8% de los neonatos, siendo tres veces más frecuente en los niños que en las niñas. La anquiloglosia interfiere en las funciones orales del infante provocando:

  • Problemas para amamantarse y comer.
  • Digestiones pesadas y acidez estomacal por malas degluciones.
  • Dificultades en la fonación.
  • Gingivitis y periodontitis.

Pero esta afección no solo atañe a la salud bucodental del paciente, ya que dicha atadura empuja la lengua hacia adelante y hacia abajo causando que la fascia se vea más constreñida, más rígida. El cuerpo compensa esta tirantez adelantando los hombros, el cuello y la cabeza y fomentando la respiración bucal.

Por fortuna, se soluciona con una frenectomía, un procedimiento quirúrgico muy simple realizado con anestesia local. La opción más común es el corte del frenillo y la liberación completa de la lengua, aunque en otras ocasiones el frenillo se puede recolocar en una posición más óptima en la lengua.

Una vez solucionado el problema de anquiloglosia, el afectado comprueba como su postura mejora, sus hombros retroceden, su cabeza se alinea y los músculos de su cuello se relajan.

 

Ejercicios para liberar la lengua

Y si solo liberando a la lengua del frenillo corto se consiguen esos resultados, imagina lo que se puede llegar a hacer ¡mejorando la posición natural de este órgano bucal! Lo ideal es que la lengua permanezca ancha, relajada, flexible y siempre en la parte superior de la boca. Pero el estrés diario hace que se acumulen muchas tensiones en ella.

Es necesario trabajar conscientemente en conseguir una disposición perfecta de la lengua dentro de la boca, con la punta contra el paladar duro y la parte de atrás en el paladar blando. Y, en caso de ser necesario, realizar algunos ejercicios que la liberen de presiones y rigideces:

  • Estira la lengua hacia ambos lados, buscando ensancharla.
  • Saca la lengua todo lo que puedas y muévela de izquierda a derecha suavemente.
  • Masajea con los pulgares la parte inferior de la mandíbula para relajar tendones, músculos y ligamentos.
  • Enrosca y estira la lengua varias veces.

 

Beneficios de una correcta posición de la lengua

  • Restablece la alineación de la columna vertebral.
  • Palia ronquidos, apneas y trastornos del sueño.
  • Refuerza la posición de las caderas y las piernas.
  • Aumenta la capacidad respiratoria.
  • Mejora la deglución y la fonación.

 

El nervio vago

Aparte de la lengua, es bueno estimular el nervio vago. Un curioso nombre para denominar al nervio más largo y complejo del cuerpo. Este conecta el cerebro con muchos de los órganos más importantes como el corazón, los pulmones, el estómago o los intestinos. Pero también influye en el sistema nervioso parasimpático, la respiración y la deglución al pasar por la parte posterior de la garganta.

Cuando el nervio vago funciona de modo correcto se dice que se tiene un tono vagal alto, lo que redunda en una buena salud física y mental y menores niveles de estrés. Por el contrario, si no actúa como debería, pueden aparecer diversas enfermedades y molestias como:

  • Estrés.
  • Cansancio crónico.
  • Migrañas o habituales dolores de cabeza.
  • Obesidad.
  • Artritis reumatoide.
  • Presión arterial alta.
  • Dificultades en la deglución.
  • Estreñimiento.
  • Depresión.
  • Diabetes.
  • Alzheimer.
  • Epilepsia.
  • Desórdenes digestivos.
  • Retención de líquidos.
  • Enfermedades cardíacas.

 

Cómo estimular el tono vagal

Puesto que el buen funcionamiento del nervio vago es fundamental para nuestro bienestar, deberíamos hacer lo posible para fortalecer y equilibrar el tono vagal, de la misma manera que realizamos ejercicio para tonificar los músculos.

Entre las prácticas que ayudan a mejorar el tono vagal están:

  • Efectuar una respiración diafragmática.
  • Hacer gárgaras matutinas durante un minuto para activar los músculos faríngeos.
  • Tomar duchas frías. 30 segundos son suficientes para atenuar la tensión muscular que genera el estrés.
  • Cantar solo o con otras personas. Al hacerlo la frecuencia cardíaca se sincroniza y se cree que el nervio vago es el responsable de este estímulo.
  • Hacer yoga, pilates o ejercicio moderado. Ayuda a relajar la mente y concentrarse en la respiración y regularla.
  • Meditar. Fomenta la relajación y la respiración profunda.
  • Reír. Ejercita el diafragma, aumenta la capacidad pulmonar y fortalece el corazón.
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